Para comprender porque es tan importante para Mapfre la imagen corporativa.



LOS ACCIDENTES DE TRAFICO CUESTAN AL ESTADO 16 MILLONES DE EUROS AL AÑO
Son la primera causa de fallecinimiento en ESPAÑA.

Me dio una explicación que en aquel momento me parecía ciencia ficción. Tenían totalmente prohibido recoger un asegurado de Mapfre con una grúa que no este rotulada de Mapfre, me comento que les realizaban llamadas trampa para comprobar con que tipo de grúa acudían, con el riesgo de perder el trabajo.

En ese momento no me pude creer esa historia, me sonaba a cuento. Esto fue sobre el año 2004 poco antes de las huelga de grúas que todos hemos visto por la prensa. Yo le tuve especial seguimiento porque todavía estuve dolido por el percance vivido semanas atrás.

Efectivamente pude comprobar lo dicho por aquel gruista de aquel pequeño pueblo era verdad. Me entro una indignación tremenda de pensar, que esa compañía que la tenia como una de las mejores, le daba mas importancia sus intereses de marketing antes que los intereses de los que pagamos la póliza (en ese momento sus clientes) ...
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No logo vs. pro logo

Pierre M. Maillard

En el 2000, se publicó en Estados Unidos un libro que obtuvo un éxito inmediato. Su título habla por sí solo: "No Logo". La autora, Naomi Klein, una joven periodista de Toronto, hace una critica a lo que llama «la tiranía de las marcas». La célebre revista The Economist consideró el ataque suficientemente serio como para dedicarle uno de sus números (8 de septiembre de 2001) y salir en defensa de las marcas bajo el eslogan «Pro Logo». El debate, pues, está abierto y al mundo de la relojería le interesa por varias razones.

www.nologo.org/

En septiembre de 2001, se abrió un debate en "interbrand.com"aparentemente absurdo. En su foro de debate, este portal para profesionales preguntaba: «¿Necesita Dios una nueva marca?». La respuesta, trágicamente orquestada, llegaría dos días después a Nueva York y a Washington. El atentado fue, desde el punto de vista de la «marca», la operación de marketing más eficaz realizada jamás y colocó inmediatamente los nombres «Alá» y «Bin Laden» en la cima de la lista top ten de marcas, muy por delante de Coca-Cola (ex número 1), Microsoft (nº 2), Nike (nº 34), Gucci (nº 50), Chanel (nº 61), Rolex (nº 69) o Swatch (nº 99).
¿Es grotesca esta comparación? "Sí" y "no", podríamos responder. "Sí", porque la religión, la guerra y la compasión que sentimos por todas las víctimas no tienen nada que ver con la ridícula futilidad de preocupaciones de este tipo. "No", porque en opinión de muchos la idea de la «marca», lo ha invadido todo: la política, la sociedad, la cultura, la familia. «Los productos, la gente, los países y las compañías corren deprisa para convertirse en marcas, para que su imagen guste más y se entienda más», escribió The Economist.

No Logo
Los argumentos de los activistas antilogo están desarrollados en el libro de Naomi Klein, subtitulado «La tiranía de las marcas». Para Klein, como para los manifestantes de Seattle o de Génova, las marcas se han convertido en la vanguardia de una globalización económica que sirve ante todo para enriquecer a los ricos, hundiendo al resto en una dependencia económica cada vez mayor. Klein reprocha a las marcas universalizadas no sólo por explotar a los trabajadores de los países en vías de desarrollo y por nuestro planeta, sino también por colonizar incluso nuestras vidas y nuestras mentes. Como dijo claramente un profesional en el debate Logo/No Logo: «Decir que el branding no manipula al consumidor es juzgar muy mal a toda nuestra profesión. Por supuesto que manipulamos al consumidor, por eso la gente nos contrata para vender sus productos.»

Del producto al «mito»
El fenómeno del branding, del que el logo en sí no es más que la expresión gráfica, ha adquirido gran importancia. Después de un período inicial de dominio de los productos en sí, el poder ha pasado gradualmente a la noción de marca, relegando el producto a un segundo lugar. En su carrera expansionista, las marcas han invadido nuevos espacios, plantando sus banderas en territorios hasta entonces protegidos de la publicidad (las escuelas, por ejemplo), y eso ha provocado oposiciones virulentas.
El fenómeno de las marcas ha pasado, pues, de la categoría de simple técnica comercial a la de ideología dominante. La marca convierte un simple objeto de consumo en un «mito» de dimensiones universales. Pero este «mito», a diferencia de los que han forjado nuestras conciencias a lo largo de la historia, no es más que un caparazón vacío, un falso universo creado con un sólo objetivo: vender.
Esta fuerza «mítica» del logo o de la marca se pone de manifiesto cuando un grupo de ma-nifestantes que protestan por la política extranjera de los Estados Unidos ataca los símbolos más visibles de este país, como McDonalds o Coca-Cola. Su objetivo es negar el increíble poder adquirido por las marcas en un mundo dominado por la imagen. Para algunos analistas, las marcas también han llenado el vacio dejado por la decadencia de las ideologías y de las religiones. Pero esta nueva posición las deja también más expuestas y más frágiles que antes

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